La confirmación de Bad Bunny como protagonista del show de medio tiempo del Super Bowl 2026 fue un motivo de orgullo para los latinos por ser el primer artista puertorriqueño y el primero del género urbano en encabezar uno de los escenarios más importantes del mundo. Sin embargo, pronto se transformó en un debate sobre migración, poder y libertad cultural.
El propio Benito Martínez Ocasio había encendido las alarmas meses antes, cuando dijo abiertamente que no se sentiría cómodo actuando “rodeado de agentes de ICE intimidando a mis fans”, de hecho, por ese motivo decidió no presentase en los Estados Unidos en su última gira
La respuesta de Trump y la escalada política
Esa frase no pasó desapercibida. Desde el entorno del presidente Donald Trump, quien retomó su discurso de “mano dura” frente a la inmigración, desde que asumió la presidencia. En una intervención reciente, Trump aseguró que su administración “no permitirá desórdenes ni ilegalidades en el Super Bowl” y que se desplegarán “agentes federales de cumplimiento” en los alrededores del estadio Levi’s, en Santa Clara.
Por su parte la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, aclaró que la gestión actual busca acabar con la migración ilegal y sobretodo detener a los criminales.
El artista responde: “La música no tiene fronteras”
Bad Bunny no tardó en reaccionar. En sus redes sociales y durante un encuentro con la prensa en Nueva York, el artista expresó que no permitirá que el espectáculo se convierta en “una excusa para perseguir a nadie”. Reafirmó su postura de respeto hacia todas las comunidades migrantes y recordó que Puerto Rico forma parte de Estados Unidos, subrayando el absurdo de que se utilicen políticas federales para vigilar un show donde la mayoría de los asistentes son ciudadanos o residentes legales.
El Super Bowl en el ojo del huracán
La NFL, por su parte, intenta mantener el equilibrio. A través de un comunicado, la liga aseguró que “toda decisión relacionada con seguridad se tomará en coordinación con autoridades locales” y que el espectáculo de medio tiempo “seguirá siendo un espacio de celebración cultural, libre de discriminación o intimidación”. No obstante, hicieron un llamado a los fans a no acudir al evento si no están legalizados en el país.
Productores del show temen que la controversia opaque el propósito del espectáculo. Publicistas y marcas asociadas han comenzado a evaluar sus estrategias, preocupadas por el riesgo reputacional que podría suponer un despliegue visible de agentes migratorios durante el evento. Para una industria que vive de la imagen, el miedo y la política no son buenos socios comerciales.
Lo que ocurre con Bad Bunny y el Super Bowl trasciende la música. Es un reflejo del pulso cultural que atraviesa Estados Unidos, un país que se debate entre su diversidad creciente y el regreso de discursos de exclusión. El cantante, sin proponérselo, se ha convertido en el epicentro de ese conflicto, el ícono global que desafía las fronteras con su idioma y su estilo frente a una política que busca reforzarlas.
Si nada cambia, el Super Bowl 2026 podría ser recordado no solo por su espectáculo musical, sino como la edición más políticamente cargada de la historia.
Visite nuestra sección Farándula
Mantente informado en nuestros canales de WhatsApp, Telegram y YouTube