Además de una alimentación balanceada, el lugar y la compañía durante las comidas juegan un papel fundamental en la salud física y emocional. Comer en un ambiente tranquilo y agradable favorece una mejor digestión, ya que permite al cuerpo relajarse y centrarse en el proceso alimenticio. Además, compartir la mesa con otras personas fortalece los lazos sociales, fomenta la comunicación y crea un espacio para la conexión emocional.
En el caso de los niños, comer en familia promueve hábitos saludables, ya que tienden a imitar comportamientos positivos como probar nuevos alimentos o masticar despacio. Por otro lado, comer solo o en un entorno caótico puede generar ansiedad, llevar a una alimentación apresurada y contribuir al desarrollo de malos hábitos.
Hábitos para la hora de comer
Dedicar tiempo a la mesa durante las comidas es clave para transformar estos momentos en una experiencia consciente que promueve tanto la salud física como el bienestar emocional. Según el cardiólogo de Mayo Clinic, Stephen Kopecky, es fundamental no solo comer de manera nutritiva, sino hacerlo sin prisa y con atención plena, lo cual ayuda a mejorar la digestión, reducir el estrés y fomentar una relación más saludable con la comida.
Kopecky recomienda tres hábitos sencillos que potencian este bienestar:
1. Comer lentamente y sin distracciones: tomarse el tiempo para saborear cada bocado, evitando distracciones como el celular o la televisión. Esto favorece la saciedad, evita la sobreingesta y disminuye la carga para el sistema digestivo.
2. Practicar la atención plena: convertir la comida en un acto consciente, prestando atención a los sabores, texturas y sensaciones físicas en el cuerpo, como el hambre y la plenitud. Este enfoque contribuye a reducir el estrés y a promover una ingesta más equilibrada.
3. Respetar un espacio de transición antes de comer: crear un breve ritual previo, como lavarse las manos, unos segundos de respiración o simplemente sentarse sin hablar, sirve para “activar” el cuerpo y la mente, preparándose física y mentalmente para la comida, lo que potencia los beneficios digestivos y emocionales.
En conjunto, estos tres hábitos forman parte de una estrategia que va más allá de qué se come, enfocándose en el cómo y el para qué comemos, con beneficios directos en la salud cardiovascular y el bienestar general.
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