La infancia es un cofre de momentos irrepetibles, y los objetos que la pueblan guardan la esencia de quienes fuimos.
Aquellos muñecos, coches en miniatura o mantitas que acompañaron nuestras primeras aventuras no son simples piezas de plástico o tela: son cápsulas del tiempo que nos anclan a sensaciones de seguridad, alegría y autonomía.
El valor de los recuerdos de la infancia
Conservar un juguete no es solo guardar un objeto, sino custodiar una parte de nuestra historia personal. Estos juguetes funcionan como desencadenantes sensoriales que despiertan emociones positivas, refuerzan la autoestima y nos recuerdan que fuimos capaces de sentirnos protegidos y felices.
Al volver a tocar, oler o ver un juguete de la infancia, nuestra mente viaja al pasado y activa una red de recuerdos que, lejos de debilitar nuestra madurez, fortalece nuestra identidad.
Objetos transicionales: un puente emocional
El pediatra Donald Winnicott describió los “objetos transicionales” como elementos usados por el bebé para calmarse ante la ausencia de la madre. Esa misma función de consuelo puede persistir en la edad adulta. Un peluche o una muñeca, por ejemplo, dejan de ser un simple juguete y se convierten en aliados emocionales, capaces de regular la ansiedad y aportar serenidad en momentos de tensión.
Regulación emocional y nostalgia
Lejos de ser una simple añoranza, la nostalgia se revela como una potente herramienta de autorregulación. Al evocar recuerdos felices, nuestro cerebro libera neurotransmisores asociados al bienestar, como la oxitocina y la dopamina. Así, mantener cerca un juguete de la infancia facilita la gestión del estrés, refuerza la resiliencia ante la adversidad y nos conecta con un sentido de pertenencia a lo largo de nuestra biografía.
De coleccionistas a guardianes de tu historia emocional
Veamos cómo la psicología respalda estos beneficios y qué dice la investigación al respecto.
Resiliencia emocional. Estudios recientes muestran que los adultos que conservan sus juguetes infantiles tienen un 30 % más de capacidad para afrontar situaciones estresantes y recuperarse con mayor rapidez tras eventos adversos, destaca en una reciente publicación sobre el tema el portal infobae .
Mejora de la autoestima. Al reconectar con momentos de seguridad y logro infantil, se refuerza la autoimagen. Aquellos objetos que nos acompañaron en juegos y pequeños éxitos actúan como testimonios silenciosos de nuestra valía.
Fomento del autocuidado. “Tener tu peluche favorito a los 40 puede ser tan saludable como hacer yoga”, afirman psicólogos expertos. Estos objetos contribuyen a establecer rituales de cuidado personal, dedicando un espacio físico y emocional a la autocompasión .
Activación de la memoria emocional Gracias al fenómeno del “reminiscence bump”, recordamos con especial intensidad la etapa entre los 10 y 30 años. Los juguetes actúan como disparadores que nos transportan a esos años clave, estabilizando el estado de ánimo y ofreciendo un refugio frente a la incertidumbre.
El auge del “kidult” y la analogía con los coleccionistas de juegos
El mercado no ha sido ajeno a esta tendencia. Los “kidults”, adultos que adquieren juguetes y juegos retro, constituyen ya el 30 % del consumo global del sector de juguetes para adultos, segun reseña elmon.cat.
Al igual que los coleccionistas de consolas clásicas o figuras de acción, muchos convierten esta pasión en un hobby que combina el disfrute estético con un cuidado emocional. Así, quienes coleccionan videojuegos vintage o ediciones limitadas de figuras, no solo buscan un objeto valioso, sino también una vía de reconexión con su niño interior.
¿Dónde traza la línea? Coleccionismo saludable vs. acumulación
Conservar juguetes puede convertirse en un problema cuando genera ansiedad, ocupa un espacio de forma desproporcionada o dificulta la organización del hogar. En estos casos, hablamos de trastorno de acumulación, una condición que requiere atención profesional. Por el contrario, el coleccionismo sano se caracteriza por:
- Selección consciente de piezas con valor sentimental.
- Integración de los objetos en el entorno de forma equilibrada.
- Disfrute emocional sin interferir en la vida cotidiana.
Abrazar la infancia que tuvimos
Guardar un juguete no es inmadurez, sino un acto de amor propio. Es reconocer que nuestras raíces emocionales siguen vivas y que, en ocasiones, un simple objeto puede ser la mejor vía de autocuidado.
¿Tú también tienes un recuerdo guardado con cariño? Descubre cómo ese pequeño tesoro puede convertirse en un gran aliado para tu bienestar emocional.
Fotos cortesía de Freepik
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