El debate sobre los efectos del alcohol en el cerebro ha dado un giro decisivo. Un estudio publicado en BMJ Evidence-Based Medicine y dirigido por un consorcio de prestigiosas universidades ha puesto en jaque la idea de que el consumo leve a moderado de alcohol podría tener un efecto protector contra la demencia.
La investigación combinó datos de observación de más de medio millón de participantes de dos grandes estudios poblacionales, el US Million Veteran Program y el UK Biobank, para evaluar la relación entre el alcohol y el riesgo de demencia.
Históricamente, algunos estudios observacionales sugerían que quienes bebían con moderación tenían un menor riesgo de demencia en comparación con los no bebedores. Sin embargo, este nuevo análisis revela que esas conclusiones eran probablemente erróneas debido a factores de confusión no considerados.
La genética como clave
Para superar las limitaciones de los estudios anteriores y distinguir la correlación de la causalidad, los investigadores aplicaron un enfoque genético. Analizaron la probabilidad genéticamente predicha de consumir alcohol en más de 2.4 millones de participantes.
Este método reveló una tendencia clara y continua: a mayor consumo de alcohol, mayor riesgo de demencia. No se encontró ninguna evidencia que respalde un efecto protector en ningún nivel de consumo.
El estudio identificó dos razones principales por las que las investigaciones previas llegaron a conclusiones engañosas:
- Algunos de los "no bebedores" en realidad eran antiguos bebedores empedernidos que habían dejado el alcohol, lo que explicaba su mayor riesgo de demencia.
- Las personas que posteriormente desarrollaron demencia tendían a reducir su consumo de alcohol antes del diagnóstico, creando la falsa impresión de que beber poco era un factor protector.
Los análisis genéticos fueron contundentes: un aumento tres veces mayor en el número de bebidas alcohólicas por semana se asoció con un riesgo de demencia un 15% mayor, demostrando que el riesgo escala con el consumo.
Este estudio marca un punto de inflexión en la comprensión de la relación entre el alcohol y la salud cerebral. La conclusión es clara: no existe un umbral seguro para el consumo de alcohol en lo que respecta al riesgo de demencia.