En medio de la celebración del festival Dashain, Nepal coronó a una nueva diosa viviente.
Durante transición monumental, fue transportada en brazos desde un modesto callejón de su hogar hasta el majestuoso palacio-templo que será su residencia y trono durante los próximos años, informó CNN.
Este rito, que fusiona las tradiciones hindúes y budistas de Nepal, es un testimonio vivo de una rica herencia espiritual, donde lo divino se manifiesta temporalmente en una niña mortal.
La tradición milenaria de las Kumari y sus raíces divinas
Su llegada marca el fin del reinado de la anterior Kumari, Trishna Shakya, que ahora, a los 11 años, debe adaptarse a una vida mundana.
La elección de Aryatara, de tan solo dos años y ocho meses, proveniente del clan Shakya de la comunidad Newar, autóctona del valle de Katmandú, es vista por sus padres como un destino divino predicho por sueños.
"Ayer era solo mi hija, pero hoy es una diosa", expresó su padre, Ananta Shakya.
La ceremonia del martes, parte central de la celebración que conmemora la victoria del bien sobre el mal, culminará con una bendición especial que la nueva Kumari otorgará a los devotos, incluyendo a la máxima autoridad del país.
Claves para entender la tradición de la diosa viviente
La tradición de la Kumari Deví, cuyo nombre en sánscrito significa "virgen" o "princesa", es una manifestación del culto a la energía divina femenina (Shakti) y se cree que comenzó alrededor del siglo XII en el valle de Katmandú.
La Kumari es considerada la encarnación terrestre de la diosa hindú Taleju Bhawani, quien a su vez es una forma de la feroz deidad Durga. Se la venera como protectora del país y de la ciudad.
Según la creencia, Taleju entra en el cuerpo de una niña preadolescente y lo abandona al momento de su primera menstruación o al sufrir una herida con derramamiento de sangre. Su reinado, por lo tanto, es corto y sagrado.
Criterios rigurosos para la elección
Las niñas deben cumplir con al menos 32 requisitos físicos y de carácter descritos en los textos sagrados. Los criterios no solo exigen una piel, cabello, ojos y dientes impecables, sino también rasgos específicos como "el cuello de una concha marina", "las pestañas de una vaca", y "la voz de un pato".
Además de las características físicas, la candidata debe demostrar una valentía inusual, a menudo superando pruebas para asegurar que el espíritu de la diosa es genuino.
Una vez elegida, la Kumari siempre viste de rojo, color que simboliza la buena suerte y la energía, y lleva un "tercer ojo" pintado en su frente.
Una vida de reclusión y ceremonias
Una vez entronizada, la Kumari vive una existencia de aislamiento sagrado dentro de su palacio-templo.
Su vida se centra en recibir la adoración de devotos que se postran para tocar sus pies como máxima muestra de respeto y para buscar su bendición.
Ella solo puede salir del templo en contadas ocasiones al año para participar en festivales religiosos importantes, donde es paseada en una carroza ceremonial tirada por seguidores.
Durante su reclusión, tiene pocas compañeras de juego y se le permite recibir educación con tutores privados.
El final del reinado genera desafíos de adaptación para las ex-Kumaris, quienes deben aprender tareas mundanas y reintegrarse a la vida social y escolar regular.
La dificultad se agrava por el persistente folclore nepalí: existe la creencia popular de que los hombres que se casan con una ex-Kumari sufrirán una muerte temprana, una superstición que lamentablemente lleva a que muchas de ellas permanezcan solteras de por vida.
A pesar de esto, muchas ex-Kumaris defienden la tradición, considerando la etapa como un gran honor.
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