La noche del 31 de marzo de 2004 no prometía sorpresas en el fútbol sudamericano. Uruguay, bicampeón del mundo y una potencia continental, recibía a Venezuela en el legendario Estadio Centenario de Montevideo. La Vinotinto, dirigida por Richard Páez, era conocida como la "Cenicienta de Sudamérica", una selección históricamente acostumbrada a las goleadas en contra. La prensa charrúa lo dejó claro en sus titulares, con uno que afirmaba de manera tajante: “Venezuela, no existís”. La afrenta sentó las bases para lo que vendría a continuación.
El guión inesperado
Sin embargo, el guión esperado no se cumplió. Venezuela, lejos de encerrarse, planteó un partido audaz y equilibrado. Tras una primera mitad en la que contuvo la presión uruguaya, el primer golpe de la Vinotinto fue tan sorpresivo como demoledor.
Al minuto 20, el volante Gabriel Urdaneta, un legionario proveniente del fútbol suizo, desató un potente zurdazo desde fuera del área que se coló en el arco uruguayo. El Estadio Centenario, repleto con 48 mil espectadores, quedó en un silencio sepulcral, mientras los futbolistas venezolanos festejaban el inesperado 0-1.
El golpe letal y la reacción
El segundo tiempo solo sirvió para confirmar el desastre uruguayo y la hazaña venezolana. En un letal contragolpe, Alexander "Pequeño" Rondón dejó el balón servido al recién ingresado Héctor "El Turbo" González, quien puso el 0-2 en el marcador. La goleada se selló de manera lapidaria al minuto 80, cuando el capitán Juan Arango, el máximo referente de la Vinotinto en ese momento, aprovechó un centro de González para anotar el tercer y definitivo gol.
La histórica derrota provocó airadas reacciones del público, que pidió la renuncia de su entrenador Juan Ramón Carrasco. Al terminar el encuentro, el estratega uruguayo reconoció: "fue una mancha histórica, una noche negra", y afirmó que lo de Venezuela "ya no era casualidad" al dejar de ser la eterna "cenicienta". Por su parte, el técnico de la Vinotinto, Richard Páez, destacó la labor de su equipo en una fecha memorable y declaró: "el 3 a 0 es categórico, histórico, es muestra de que Venezuela es otra".
Un legado que trascendió el resultado
La prensa venezolana bautizó la hazaña como "El Centenariazo". Más allá del resultado, el partido se convirtió en un punto de inflexión para el fútbol del país. La victoria le demostró a los jugadores y a los aficionados que podían competir al más alto nivel en el continente.
El triunfo cimentó una nueva identidad, llena de fe y orgullo nacional, y fue el catalizador para la era dorada de la selección bajo el mando de Páez. Aquel 31 de marzo de 2004, la Vinotinto no solo ganó un partido, sino que se ganó el respeto de toda Sudamérica.
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