Si te dicen que un deportista cambió para siempre la relación entre las marcas y los atletas, probablemente pienses en un nombre: Michael Jordan. Pero su historia con Nike no empezó como un cuento de hadas. Fue una mezcla de riesgo, controversia y una visión tan audaz que transformó a un deportista en una fuerza global y catapultó a una empresa al estatus de gigante. Esta alianza reescribió las reglas del marketing deportivo y cambió para siempre cómo se hacen los negocios en las ligas profesionales.
La apuesta que nadie vio venir
El panorama del baloncesto en 1984 era muy distinto. Nike era una marca que, simplemente, no existía en la cancha; era conocida por el atletismo y las carreras. Los gigantes eran Converse, que tenía a las estrellas del momento, Magic Johnson y Larry Bird, y Adidas, la marca que todos querían llevar. Por eso, el gran problema de Nike era que Michael Jordan, el novato más prometedor de su generación, quería firmar con Adidas. En sus propias palabras, Jordan ha contado la historia: “Quería firmar con Adidas, me gustaba Adidas”.
A pesar de su negativa, su agente lo obligó a escuchar la propuesta de Nike. La marca, que no tenía nada que perder, hizo una apuesta loca: en lugar de un simple patrocinio, le ofrecieron a Jordan un trato nunca antes visto. Le darían su propia línea de zapatillas y ropa personalizada, con un contrato de 500.000 dólares anuales. Era una cifra alucinante para un novato y una muestra de que Nike no solo quería al deportista, sino que creía en la persona.
La zapatilla prohibida que lo cambió todo
En 1985, Nike lanzó la primera zapatilla de la línea, la Air Jordan 1, en su llamativa combinación de colores negro y rojo. El calzado fue un éxito instantáneo, pero generó una polémica mayúscula cuando la NBA lo consideró una violación a las reglas de uniformidad de la liga. La liga prohibió a Jordan usar las zapatillas en los partidos y lo multó con 5.000 dólares cada vez que se las ponía en la cancha.
Pero Nike vio una oportunidad en el caos. En lugar de ceder, pagaron cada multa de la NBA y lanzaron una icónica campaña publicitaria con una frase que resonó en todo el mundo: "La NBA te prohíbe llevarlas, pero no puede prohibirte comprarlas". La zapatilla prohibida se convirtió en un símbolo de rebeldía y autenticidad. La estrategia de marketing fue un éxito masivo; el pódcast Chisme Corporativo relata que el acuerdo le generó a Jordan unos seis millones de dólares en sus primeros años.
De una línea a un imperio
El éxito inicial de la Air Jordan 1 no fue un simple golpe de suerte. Con el paso de los años, la alianza se consolidó. En 1997, Nike dio un paso más allá al crear oficialmente la Jordan Brand como una subsidiaria de la empresa, dándole a Jordan un control y una voz sin precedentes. La marca Jordan hoy opera de forma casi independiente, con sus propios productos, sus propios atletas patrocinados y su propio equipo de diseño. Ha trascendido el baloncesto y se ha consolidado en la moda y la cultura callejera.
El verdadero legado
La alianza entre Jordan y Nike fue la primera en demostrar el inmenso valor de una marca personal en el deporte. Esta asociación estableció un nuevo modelo de negocio donde los atletas no son solo vallas publicitarias, sino socios comerciales con su propia marca. El acuerdo le dio a Jordan una participación en las ventas, lo que lo ayudó a convertirse en uno de los deportistas más ricos de la historia. Como el propio Michael Jordan ha recordado: “Nunca usé zapatillas Nike hasta que firmé con Nike. Durante toda la universidad usamos Converse. Mis zapatos favoritos eran Adidas… la relación con Adidas se bloqueó, eran distantes, estaban centrados en Europa así que me quedé con Nike y fui leal a ellos”. En esencia, el verdadero negocio que crearon no fue la venta de zapatos, sino la venta de una historia: la historia de un hombre que se atrevió a volar. Y esa historia se vendió, y se sigue vendiendo, en todo el mundo.
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