La fotógrafa venezolana Andrea Olivieri consolida su trayectoria convirtiendo lo cotidiano en eterno

Su trabajo es reconocido hoy por su sensibilidad y profesionalismo, especialmente en el retrato familiar y la fotografía documental, pero el inicio de este camino fue mucho más íntimo

Martes, 12 de noviembre de 2024 a las 07:00 pm
La fotógrafa venezolana Andrea Olivieri consolida su trayectoria convirtiendo lo cotidiano en eterno

Hay quienes toman fotos y quienes capturan momentos. Andrea Olivieri, fotógrafa venezolana, pertenece a ese segundo grupo. Con una trayectoria de más de ocho años, su lente no solo documenta rostros: revela historias, emociones, relaciones. Su fotografía no grita, susurra, y en esos susurros está la verdad de quienes pasan por su cámara.

Su trabajo es reconocido hoy por su sensibilidad y profesionalismo, especialmente en el retrato familiar y la fotografía documental, pero el inicio de este camino fue mucho más íntimo. Su historia comenzó con una cámara doméstica, una madre creativa, y la necesidad profunda de preservar los momentos efímeros de la vida.

La infancia como semilla visual

Andrea no recuerda su infancia sin una cámara cerca. Su madre solía tomarles fotos con distintos atuendos, no por capricho, sino como una forma de crear recuerdos. Lo que para muchos era una simple actividad familiar, para ella se convirtió en una fascinación. “Desde muy pequeña, sentí una gran atracción por la fotografía”, relata. No tardó en descubrir que le interesaba tanto lo que sucedía frente a la cámara como el acto de capturarlo.

Durante los viajes familiares, ese interés se intensificó. Andrea no solo fotografiaba a los suyos; quería documentar todo: los paisajes, los detalles, los espacios que quizás no volverían. “Me encantaba inmortalizar no solo los recuerdos y las experiencias compartidas, sino también los lugares que visitábamos”, dice. En cada imagen, buscaba congelar no solo el tiempo, sino la emoción de ese instante.

Moda, retrato y la búsqueda de lo auténtico

Sus primeros pasos formales como fotógrafa los dio en Caracas, trabajando de manera independiente con amigas modelos y diseñadoras de moda. En ese ambiente aprendió la importancia de la estética, la dirección de arte y la postproducción. Pero, con el tiempo, algo empezó a faltarle. “La fotografía de moda tenía un enfoque más frío, más posado”, recuerda. Aunque le permitió desarrollar una mirada técnica sólida, sentía que había algo más que quería explorar.

Fue al mudarse a Estados Unidos cuando encontró ese “algo” en la fotografía familiar. En lugar de rostros preparados y poses ensayadas, halló autenticidad, emociones sin filtro, vínculos reales. “Decidí especializarme en este tipo de fotografía porque me conecta con mis inicios”, explica. Trabajar con familias no solo era una elección profesional, era también una forma de reconectar con sus raíces, de estar simbólicamente cerca de los suyos.

Hoy, como fotógrafa principal en Nest Photo Studio, Andrea lidera sesiones de retrato, maternidad, bebés y familias, generando ambientes donde cada persona puede mostrarse tal cual es. Su trabajo fue reconocido en 2024 cuando el estudio fue galardonado como el mejor de fotografía familiar en Charlotte.

La documentalista de lo invisible

Aunque su trabajo comercial se centra en el retrato, su verdadera pasión es la fotografía documental. En ella, Andrea encuentra libertad, desafío y propósito. “La fotografía documental me permite observar con profundidad, captar la autenticidad de las personas y los lugares, y contar historias a través de mis imágenes”, dice.

Le gusta caminar por ciudades desconocidas, sin itinerario, cámara en mano. No busca la foto perfecta, sino la historia que se esconde en lo ordinario: un gesto, una mirada, un instante. “Es como viajar en el tiempo con una imagen”, afirma. Sus retratos callejeros capturan vidas ajenas que se cruzan por un segundo, pero que quedan registradas para siempre en una imagen que habla sin palabras.

Su sello: paciencia, intuición y conexión humana

Andrea no improvisa. Su método se basa en observar, esperar, entender. “No me apresuro a capturar una imagen; me gusta observar con paciencia hasta que el momento perfecto se revele por sí solo”, explica. Esta forma de trabajar se nota en sus retratos: cada uno parece congelar algo más profundo que una sonrisa o una pose; captura esencia.

Esta sensibilidad también se manifiesta en su trato con los clientes. Andrea considera que una de sus mayores fortalezas es la comunicación. Sabe que una buena fotografía nace de una buena conexión, por eso se enfoca en generar confianza desde el primer momento. “Mi trabajo comienza mucho antes de presionar el obturador”, dice. Lee el lenguaje corporal, se adapta al ritmo de cada persona, especialmente cuando trabaja con niños o familias nerviosas. Su objetivo no es solo obtener una buena imagen, sino que esa imagen sea un reflejo genuino del alma de quien la protagoniza.

Espíritu nómada, raíz firme

Andrea se describe como una mujer resiliente, espiritual y en constante evolución. Nació en Venezuela, y lleva en el alma la necesidad de moverse, de explorar, de crecer. Se define como “nómada”, no solo en lo geográfico, sino también en lo emocional e intelectual. Cada nuevo lugar es para ella una oportunidad para ver el mundo desde otra perspectiva y encontrar nuevas historias que contar.

Sin embargo, en medio de ese movimiento constante, hay un eje que la sostiene: su familia. Su esposa, sus seres queridos, y la noción de hogar están siempre presentes, aunque sea a través de las imágenes de otras familias. “Este trabajo es una forma de compensar la distancia con la mía”, dice. Su cámara es su puente entre mundos.

Profesional integral

Andrea no solo tiene sensibilidad artística, también cuenta con formación sólida. Obtuvo un diploma en Fotografía Profesional en la Escuela de Fotografía Roberto Mata, en Caracas, y es licenciada en Economía por la Universidad Metropolitana. Domina herramientas como Adobe Photoshop, Lightroom y Capture One, y ha trabajado tanto en estudios de alto volumen como en proyectos editoriales. Además, ha desarrollado una presencia digital coherente y atractiva, con un portafolio profesional disponible en avolivieriphotography.com y una cuenta activa en Instagram donde comparte sus trabajos y procesos creativos.

Andrea Olivieri no necesita discursos para contar lo que ve. Le basta una imagen. En su trabajo hay técnica, sin duda, pero también hay alma. Esa combinación —poco común— es la que la ha hecho destacar. No sigue tendencias, sigue su intuición. No busca complacer, busca conectar. Su mirada, cálida y honesta, convierte lo efímero en eterno y eso la ha hecho una profesional de renombre en el continente. 

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