La vitamina D es una sustancia esencial para la salud, ya que ayuda al cuerpo a absorber el calcio, fortaleciendo los huesos y el sistema inmunológico. También influye en el estado de ánimo, la función muscular y la prevención de ciertas enfermedades. Nuestro cuerpo puede producirla de forma natural al exponerse al sol, pero también se puede obtener a través de alimentos como pescados grasos, huevos, lácteos fortificados o mediante suplementos.
Sin embargo, no siempre es fácil saber si estamos obteniendo suficiente vitamina D, ya que su deficiencia puede pasar desapercibida. Por eso, es importante no automedicarse. Un exceso de vitamina D puede causar efectos adversos, como daño renal o acumulación de calcio en la sangre.
Por esta razón, cualquier suplementación debe realizarse bajo supervisión médica, quien puede evaluar los niveles adecuados mediante un análisis de sangre y recomendar la dosis correcta según las necesidades de cada persona.
Peligros de la vitamina D
En primer lugar, el exceso de vitamina D puede provocar hipervitaminosis D, una condición tóxica que eleva peligrosamente los niveles de calcio en sangre (hipercalcemia).
Este desequilibrio calciémico puede derivar en daño renal (como cálculos renales o insuficiencia aguda), ya que los riñones se dañan al procesar el exceso de calcio , además de afectar al corazón, desencadenando aritmias.
Otro factor crítico es la acumulación, ya que al ser una vitamina liposoluble, no se elimina fácilmente del organismo. Esto implica que dosis altas o prolongadas incluso pueden ser mortales, especialmente cuando superan niveles seguros como más de 4 mil UI diarias.
El uso indiscriminado de suplementos sin control médico implica riesgos adicionales, interacciones con fármacos, costos sanitarios elevados por analíticas innecesarias, y una falsa sensación de protección que lleva a personas sanas a automedicarse sin verdadero diagnóstico.
Por todo ello, las autoridades insisten en que la administración de vitamina D debe basarse en resultados clínicos verificados, con prescripción médica, análisis previos y seguimiento riguroso. Está justificada únicamente en situaciones específicas.
Consumirla sin control médico no solo es innecesario en la mayoría de personas sanas, sino que puede desencadenar complicaciones graves como hipercalcemia, daños renales y cardíacos.
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