El té verde es una infusión milenaria que se elabora a partir de las hojas de la planta Camellia sinensis. A diferencia del té negro o del oolong, el té verde no se fermenta, lo que permite conservar gran parte de sus propiedades naturales.
Las hojas se recogen frescas y se someten a procesos de secado, prensado y enrollado antes de un secado final, y se destaca por su capacidad antioxidante y termogénica, ayudando tanto a reforzar el sistema inmunológico como a promover la quema de grasa al generar calor en el cuerpo.
Más allá de sus beneficios metabólicos, el té verde también es apreciado por sus efectos sobre el sistema nervioso. Contiene cafeína, aunque en menor cantidad que el café o el té negro, y un aminoácido llamado L-teanina, que favorece un estado de alerta relajado, mejorando concentración, memoria y reduciendo la ansiedad sin provocar somnolencia.
Estudios recientes indican que el consumo regular de té verde puede estar asociado con una disminución de lesiones en la sustancia blanca del cerebro, una región clave implicada en funciones cognitivas. En una gran investigación realizada en Japón con personas mayores, quienes tomaban tres o más tazas de té verde al día presentaban entre un 3 % y un 6 % menos de lesiones en esa área cerebral, en comparación con quienes consumían una sola taza diaria.
Este tipo de evidencia sugiere que el té verde podría ofrecer un cierto grado de protección frente al deterioro cognitivo y enfermedades como la demencia o el Alzheimer, aunque los autores insisten en la necesidad de realizar más estudios de seguimiento longitudinal para confirmar estos hallazgos.
Componente del té verde que podría prevenir el Alzheimer
Ese componente es conocido como epigalocatequina galato (EGCG). En un ensayo clínico realizado en España, conocido como el estudio PENSA, pacientes entre 60 y 80 años con deterioro cognitivo subjetivo y portadores del gen de riesgo APOE-ε4 siguieron una dieta mediterránea con ejercicio y estimulación cognitiva y, además, recibieron EGCG.
Quienes recibieron este compuesto presentaron una mejora cognitiva significativamente hasta un 50 % mayor que quienes recibieron placebo y redujeron su riesgo de demencia entre un 23 % y un 27 %. Los efectos se mantuvieron incluso tres meses después de finalizada la intervención.
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