La depresión se caracteriza por una sensación persistente de vacío, desesperanza y falta de interés en actividades que antes resultaban placenteras. También puede manifestarse con cansancio excesivo, alteraciones del sueño, cambios en el apetito, dificultad para concentrarse y, en algunos casos, pensamientos relacionados con la muerte o el suicidio, es decir, es un trastorno del estado de ánimo que va más allá de la tristeza pasajera.
No es solo un problema emocional: está estrechamente vinculada con el funcionamiento del cerebro. Diversas investigaciones han demostrado que en la depresión existen desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, que influyen en el ánimo, la motivación y la regulación del estrés.
Estructuras cerebrales como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal muestran cambios en su actividad y tamaño. Por ello, la depresión debe entenderse como una condición médica compleja que requiere atención profesional y un abordaje integral.
Células inmunes en el cerebro
En un reciente estudio científico, investigadores de las universidades de Cambridge y del Instituto Nacional de Salud Mental de EE. UU. descubrieron algo realmente interesante sobre la depresión.
Estudiaron ratones sometidos a estrés crónico y vieron que el estrés persistente provocaba que ciertas células inmunes llamadas neutrófilos salieran de la médula ósea del cráneo y se movieran hacia las meninges, es decir, las membranas que cubren y protegen el cerebro.
Lo llamativo es que, tras este desplazamiento, los ratones empezaron a mostrar comportamientos que los científicos interpretaron como síntomas de depresión. Y aunque el estrés físico había cesado, estas células inmunes permanecieron más tiempo en las meninges que en la sangre.
Los investigadores notaron que el estrés activaba una especie de “alarma” interna en los neutrófilos llamada señalización de interferón tipo I, que funcionaba como una señal de alerta del sistema inmunitario. Cuando bloquearon esta vía, las células dejaron de acumularse en las meninges y el comportamiento depresivo de los ratones mejoró.
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