La cena es una comida fundamental para mantener un equilibrio nutricional y una buena salud. Aunque a menudo se le resta importancia, lo que comemos por la noche influye en la calidad del sueño, la digestión y el metabolismo. Una cena balanceada y ligera puede ayudar a evitar problemas como el insomnio, el reflujo gástrico o el aumento de peso.
Saltarse la cena o consumir alimentos muy pesados y altos en grasas puede generar desequilibrios en los niveles de glucosa y afectar el rendimiento físico y mental del día siguiente. Lo ideal es optar por alimentos ricos en proteínas magras, vegetales, granos integrales y evitar azúcares o carbohidratos simples.
También es importante cenar al menos dos horas antes de dormir, para permitir una digestión adecuada.
¿Fruta para la cena?
La bióloga y nutricionista italiana Tiziana Stallone ofrece una visión equilibrada sobre la práctica de cenar fruta. Según explica, “comer fruta en la cena puede tener tanto beneficios como posibles desventajas” y la clave está en el contexto: “depende de la persona y de cómo equilibre su dieta a lo largo del día”.
Entre los beneficios, Stallone destaca que las frutas son una fuente excelente de fibra, antioxidantes, vitaminas y agua, lo que puede aportar saciedad, favorecer la digestión y evitar cenas pesadas que interfieren con el sueño. Además, para quienes buscan controlar el peso, cenar fruta puede cumplir parte del objetivo, siempre que no se abuse de ella y se mantenga un ligero déficit calórico dentro de un estilo de vida activo.
Sin embargo, Stallone advierte sobre varios riesgos, cenar sólo fruta puede resultar inadecuado si no se ha cubierto previamente las necesidades de macronutrientes esenciales como proteínas y grasas saludables. También puede no ser recomendable en personas con diabetes, resistencia a la insulina, síndrome metabólico, intestino irritable o fermentación intestinal.
Para optimizar sus beneficios, la especialista aconseja optar por un máximo de dos frutas por cena, preferiblemente de temporada y con bajo contenido de azúcares simples, como fresas, bayas, manzanas, peras y kiwis.
Deben evitarse frutas con gran cantidad de azúcares como plátano maduro, uvas o caquis, así como frutos secos deshidratados y zumos, que pueden tener un impacto glucémico considerable.
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