La razón principal por la que el azúcar en sangre puede elevarse es que, después de comer, nuestro cuerpo descompone los carbohidratos en glucosa, que entra al torrente sanguíneo. En una persona saludable, el páncreas libera insulina para ayudar a que esa glucosa llegue a las células y se use como energía o se almacene.
Pero cuando algo falla, como una resistencia a la insulina o poca producción de esta hormona, la glucosa permanece circulando en la sangre y sus niveles aumentan. Este desbalance puede producir fatiga, sed intensa o, a largo plazo, diabetes tipo 2.
Nuestro ritmo de vida también influye comer alimentos muy procesados, con mucho azúcar o harinas refinadas, eleva rápidamente el azúcar en sangre. Además, el estrés actúa como un disparador que promueve la liberación de hormonas como el cortisol, que también puede aumentar esos niveles, incluso sin comer más.
Dormir poco, no movernos lo suficiente o vivir bajo tensión constante también contribuye a que el sistema que regula el azúcar se “desajuste”. Aunque el azúcar que consumimos tiene un papel clave, nuestro cuerpo determinan qué tanto se eleva y cuánto tarda en volver a la normalidad.
¿Por qué no deberíamos tirar las cáscaras de ajo y cebolla?
La nutricionista Sonia Peverelli nos advierte que solemos desechar partes valiosas de la cocina, como las cáscaras de ajo y cebolla. Estas contienen compuestos que benefician la salud de varias maneras.
En la cebolla, la capa exterior está cargada de quercetina, un flavonoide poderoso con efectos antioxidantes y antiinflamatorios. Este compuesto no solo ayuda a calmar la inflamación y aliviar síntomas alérgicos, sino que también mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a reducir los niveles de glucosa en sangre, especialmente útil en personas con riesgo de diabetes.
El ajo, por su parte, aunque solemos enfocarnos en su pulpa, las cáscaras contienen compuestos fenólicos con fuerte acción antioxidante y antiinflamatoria que combaten el estrés oxidativo, ese daño celular asociado al envejecimiento y diversas enfermedades.
Además, en menor cantidad, las cáscaras contienen alicina, un compuesto azufrado con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que ayuda a proteger las células del daño oxidativo.
Peverelli sugiere aprovechar estas cáscaras para preparar infusiones o añadirlas a caldos y sopas. Al hervirlas, liberan sus nutrientes, y luego se pueden colar si no se desea consumirlas directamente.
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