El calor extremo ocurre cuando las temperaturas se mantienen muy altas por varios días, generalmente acompañadas de humedad intensa, lo que dificulta que el cuerpo se enfríe de manera natural. Este fenómeno puede presentarse durante olas de calor en verano y representa un riesgo importante para la salud, sobre todo en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas.
La exposición prolongada al calor extremo puede provocar deshidratación, agotamiento por calor y, en casos más graves, golpe de calor, una condición peligrosa que afecta el sistema nervioso y puede ser mortal si no se atiende de inmediato. Además, las altas temperaturas también empeoran problemas cardíacos y respiratorios, aumentan la contaminación del aire y reducen la calidad del sueño.
Para protegernos, es esencial mantenerse hidratado, evitar la exposición directa al sol en las horas más intensas y permanecer en lugares frescos o con ventilación adecuada.
Protección de los niños ante el calor extremo
Las olas de calor representan un peligro creciente para la salud infantil, pues el cuerpo de los niños no regula el calor tan eficazmente como el de los adultos. Según un artículo de la Harvard Gazette, durante episodios de calor extremo los niños pueden presentar aumento de la temperatura central mayor que 40 °C, lo que pone en riesgo cuadros de agotamiento o golpe de calor.
Para proteger a los menores, es fundamental adoptar estrategias que reduzcan la exposición y ayuden al organismo a mantenerse fresco:
- Limitar la actividad física intensa al aire libre durante las horas de mayor radiación solar (normalmente entre las 12:00 y las 16:00). Según expertos del Harvard Gazette, conviene monitorear el ritmo cardíaco y el sudor de los niños y detener la actividad si se observa fatiga o señales de sobrecalentamiento.
- Buscar sombra y espacios frescos, preferiblemente con buena ventilación o climatización. Los parques y zonas de recreo pueden convertirse en “islas de calor” que agravan la temperatura ambiental.
- Vestimenta ligera y adecuada, con telas que dejen pasar el aire, colores claros y protección solar como sombreros de ala ancha o gorras.
- Hidratación constante, antes de que aparezca la sed, con agua fresca o bebidas apropiadas, según la edad del niño.
- Supervisión cuidadosa, especialmente para aquellos con condiciones médicas preexistentes o que toman medicación que pueda afectar la regulación térmica.
- Uso de espacios interiores frescos durante los periodos críticos, como aulas con buen aislamiento o aire acondicionado, para reducir el riesgo cuando el entorno exterior es peligroso.
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